jueves, 1 de marzo de 2012

El sueño de la belleza produce pesadillas


De cómo, durante la década de los treinta, las revistas “para damas” promovieron un modelo específico de mujer bella que debía ser delgada, alta, blanca, voluptuosa y alegre.

 En octubre de 1933 el entonces popular “Magazín Mundo al Día”, abrió su edición semanal con una afirmación en negrillas: “En el futuro no habrá mujeres feas”. Acompañando la frase, cinco grandes fotografías mostraban a una mujer siendo sometida a un atroz procedimiento, tubos y gruesas agujas de metal entrando por su nariz, ojos, boca y orejas. En la contraportada se leía: “Mostramos en esta página el nuevo procedimiento empleado por el doctor Justus, que ha sido de gran sensación. Por medio de este tratamiento puede verse cómo un rostro ajado y melancólico, se convierte en una cara llena de vida y belleza (…) ¡Se acabaron las feas!” No es sorprendente que, comenzando la década del treinta, una publicación pensada para el público femenino nacional albergara tales fantasías. Pues, desde los años veinte, se venía consolidando, promoviendo y vendiendo una imagen específica de mujer bella que, por qué no decirlo, distaba mucho de la realidad física de la mayoría de mujeres colombianas. La mujer tenía que ser alta y flaca, de cuello largo y elegante, “de cisne” o “de jirafa”, “nariz delgada y respingada”, “porte aristocrático” y “figura escultural”. En un artículo de la época se precisan incluso las medidas corporales que debía tener una colombiana para llegar a ser “atractiva”: “Cuello: 28 cm; brazos: 27 cm; busto 85 cm; cintura: 60 cm; muñeca: 14cm; caderas: 85cm; muslo: 45 cm; pantorrilla: 31; tobillo: 20 cm; pie: 36 cm.” Para obtener tan concretas medidas las colombianas eran invitadas a adquirir los distintos productos disponibles en el mercado. En primer lugar, había que bajar de peso pues, como afirma otra portada de la época, “La gordura es el enemigo de la belleza femenina del siglo XX”. Rodillos “Point Roller” para moldear el cuerpo de la mujer como si fuera “masa para pan”. Ceñidas fajas corporales para domar las caderas y lograr un aspecto más “delicado” y “europeo”: “Mira.. .qué bonita, pero (…) qué gorda (…), ¿quieres poseer la esbeltez de la mujer moderna de líneas delicadas?, utiliza Faja Escultural”. Quizás el método más promocionado en revistas “para damas” eran los laxantes. Los publicistas, entonces, no escatimaban en detalles: “El secreto más importante para la belleza de las chicas es la evacuación permanente de los intestinos, por esto usa Píldoras del Doctor Chase”. Además de delgada, la mujer debía tener un “busto de 85 cm”. Así, en 1930 comienzan a promoverse las bellezas de grandes pechos y se anuncian bebedizos y tabletas para ayudar a “desafortunadas” de tallas pequeñas. La difundida publicidad de las llamadas “Pilules Orientales” ilustra a una mujer de busto pequeño llorando, y luego a la misma mujer, que después de ingerir las mágicas pastillas, se convierte en una mujer de sostén rebosante que sonríe. Ahora bien de nada servía poseer un cuerpo escultural si no se contaba con una piel blanca, “blanquísima como la leche”, “ligeramente sonrosada” como la de una “muñeca de porcelana”: “Haga su piel inmaculada, lúcida y nacarada en tan sólo seis días con el mágico blanqueador Gervaise Graham, que transforma un cutis enfermizo por uno blanco y sonrojado”, se leía. De acuerdo con la propaganda y los artículos, las colombianas cuya piel no fuese lechosa y rosadita, no sólo eran feas, sino que además estaban enfermas. Por último, para lograr la hermosura (y ser feliz) era vital mantener un rostro sereno, que no denotase nunca preocupación ni cansancio. En un artículo de primera página se aconseja al respecto: “El ceño fruncido y el mal genio están entre los más temibles y destructores enemigos del encanto femenino. Un rostro risueño y una actitud alegre son atributos de belleza de incalculable valor”. Si una mujer no lograba tal disposición naturalmente, debía medicarse. “Para la neurastenia, adversaria mortal de la belleza, tome tabletas Adalina de Bayer”.


Tatiana Acevedo / acevedo.tatiana@gmail.com


http://www.elespectador.com/impreso/cultura/articulo-309895-el-sueno-de-belleza-produce-pesadillas

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