En esta noche de luna llena como manada politico-afectuosa nos reunimos para olfatearnos, rozarnos, aullar con rabia, risa, parodia y amor, para lamernos las costras, lavar las heridas y comunicar nuestro aullido común para soltar nuestra lengua y disipar los nubarrones de odio que quieren desmembrar nuestros activismos, nuestras contingencias, nuestra posición crítica contra lo unitario, lo homogéneo, lo autoritario y también sus versiones liberales de democracia “incluyente”.
Alzamos nuestras voces divergentes, heterogéneas, carentes de coherencia y contradictorias para enunciarnos lejos de la figura de la “víctima”. Ladramos y aullamos ante el teatro de la loba herida, de la hocicona incomprendida y la lobezna demócrata que desde la rabia y el individualismo crea un escenario hostil cerrado al diálogo que con tanta aullido rabioso silencia la posibilidad de la interpelación, del afecto y del contagio creativo. La manada no es un club jerárquico.
No somos insensibles, las mordidas duelen y duelen más cuando se han compartido espacios, cuando se han generado proyectos colectivos donde las protagonistas no existen, donde nos hemos cagado en las asimetrías de poder y donde las imposiciones de arriba a abajo nos parecen absurdas, ya que si por algo existen las LOBAS FURIOSAS, es porque no obedecemos a ninguna autoridad, ni a ningún comando militar. Jode que los saberes de manada se usen de manera conveniente y mal intencionada para destruir el tejido colectivo que hemos logrado. Ese tejido conflictivo y disidente en el que todas tenemos voz propia y en el que las voces disonantes lejos de restarnos fuerza, potencian nuestras acciones. Jode la pantomima de asumirse silenciada , autómata e idiota útil, cuando las orejas paradas de loba escucha siempre estuvieron dispuestas. Las LOBAS surgimos como un espacio de debate, de apertura teórica, artística, política y sensitiva, así nos mantendremos y así hemos luchado para construir un espacio crítico y no un gueto de relativismo donde todo vale. Trabajar en colectivo implica asumir la contradicción, bajar la verdad propia, apostarle a lo común y dejarse contagiar por la incoherencia, por la oposición, por el debate y la locura frenética y placentera de aullar con otras voces, con otras miradas y con otras posibilidades.
La palabra “censura” nos causa escozor y nos da rasquiña. Creemos que la censura es prohibir expresiones y puntos de vista sobre temas concretos y acciones particulares. No somos policías de las ideas y no nos interesa generar un grupo de fans que obedientemente sigan todo lo que decimos. Censurar es acallar una voz. Censurar es tachar y rehusarse al debate. Censurar es imponer la voz individual sobre las voces colectivas. Censurar es no arriesgarse a debatir e imponer la fuerza de las acciones sobre un contexto de diálogo que siempre ha estado abierto y libre de todo pensamiento único. Censurar es vomitar odio y echar a la basura los afectos intercambiados. Censurar es creerse lobo estepáreo cuando la manada siempre ha sido lúbrica, solidaria y colectiva.
Hoy se peló el colmillo, se gruñó más de lo debido ante la manipulación victimista del uso exacerbado de la palabra “censura” para hacernos parecer loba-nazis autoritarias cerradas al diálogo, generar rencillas y desvirtuar nuestras acciones. Andar en manada es cuestión de roce, de afecto, de cuidados compartidos, de amorío lobo, de olernos y acompañarnos. No somos un conjunto mecánico de robots. Si a la manada la atacan, en manada nos defendernos.
Seguimos y seguiremos abiertas a los coitos intelectuales, políticos y creativos. Permaneceremos expandidas a los retos visuales, teóricos y prácticos. Aullaremos de placer ante la heterogeneidad crítica, ante las producciones rebeldes, nos excitan los debates candentes, las líneas de fuga y los argumentos insumisos. Los aprendizajes nunca acaban y las experiencias nos enseñan que la furia no es sólo ladrar y morder.
LOBAS FURIOSAS
Susan Herrera, Luz Mary Seta, Alanis Ramirez, Andrea Barragán, Gia Marie Barón, Monica Eraso, Angela Robles.